Respuesta :

El alcoholismo es una enfermedad crónica que perfectamente puede ser tratada, pero para que el tratamiento sea efectivo es imprescindible que el alcohólico tenga el deseo real de querer dejar la bebida. Si el enfermo es forzado a comenzar un tratamiento difícilmente tenga éxito a largo plazo, ya que incluso quienes se han tratado por su propia voluntad han sufrido alguna que otra recaída. 

Lo cual deja claro la dificultad que existe para que un alcohólico deje de beber, ya que le es imposible dejar la droga de golpe. Para comenzar un tratamiento se debe acudir a un centro de desintoxicación especializado y estar en todo momento bajo supervisión de una institución médica. En algunos casos supone la estancia del paciente en el centro durante algunas semanas.

Una de la razones de dicha supervisión es que cuando un enfermo (sobretodo aquellos que llevan muchos años bebiendo) deja de beber puede experimentar el síndrome de abstinencia, cuyos síntomas pueden ser sacudidas, delirios, confusión, alucinaciones, convulsiones, inestabilidad e incluso la muerte. Aproximadamente un 95% de los alcohólicos que dejan de beber sienten algunos de estos síntomas de forma suave o moderada, no siendo necesario su internamiento en un centro; en cambio un 5% sienten algunos de estos síntomas de forma severa.

El tratamiento incluye abstinencia de alcohol de forma moderada y controlada, en muchos casos es necesario administrar al paciente medicamentos tranquilizantes como Valium, Ativan, Serax o Libium. También hay otros fármacos como el disulfiram, que provoca fuertes resacas cuando se ingiere alcohol, ayudando así a repugnar cualquier bebida alcohólica.

El desintoxicamiento del alcohol en el cuerpo suele tardar como mucho una semana, lo cual físicamente se elimina la dependencia de ingerir alcohol. Aunque esto no significa que el paciente este curado, ya que psicológicamente aun es dependiente. 

El siguiente paso es evitar una recaída, las terapias de grupo o la psicoteriapia tratara de enseñar al paciente como seguir sobrio y resistir el impulso psicológico de consumir.