Sáenz Peña era un aristócrata convencido; pensaba que, libre de los políticos profesionales, el pueblo iba a elegir a los mejores para su gobierno. También estaba preocupado por la cuestión social, es decir, por la posibilidad de que –alejados de la política– los obreros pudieran adherir al anarquismo o al socialismo. Por último, temía que la enorme proporción de población extranjera, que no participaba de ningún modo en la política, pudiera caer en posturas maximalistas o permanecer como un cuerpo extraño en la sociedad. Por todas estas razones apoyó la reforma política basada en el voto universal y libre.Dados los antecedentes de presión sobre los votantes –que votaban en voz alta– la única posibilidad de libertad electoral era el voto secreto, por medio de boletas escritas en sobres cerrados. Y para asegurarse que nadie fuera impedido de concurrir a votar, lo hizo también obligatorio. Por otro lado, la participación de la población en las elecciones era bajísima, superando apenas el 20% de los electores potenciales.El encargado de diseñar el proyecto y defenderlo en el Congreso fue el Ministro del Interior, el católico Indalecio Gómez. Debió enfrentar la dura resistencia de los diputados conservadores, aferrados a sus privilegios y a la forma que conocían de hacer política, pero tras un mes de discusión en la Cámara de Diputados, y una semana en el Senado, fue aprobada en febrero, siendo promulgada el día 13 de febrero de 1912.La primera prueba de la Ley en funcionamiento fue en una elección provincial: la Provincia de Santa Fe fue intervenida por el gobierno, que ordenó celebrar las elecciones de gobernador de acuerdo con la Ley Sáenz Peña; la UCR abandonó el abstencionismo y participó, logrando la victoria. Poco después obtenía una nueva victoria en las elecciones de diputados en la Ciudad de Buenos Aires, en unas elecciones en que la participación popular ascendió al 84% del padrón electoral.
Durante los últimos años del siglo XIX y primeros del siglo XX se produjo el rápido crecimiento de algunas provincias en una economía nacional que –hasta entonces– había sido guiada únicamente por las producciones de la región pampeana. Así, la mejora en las comunicaciones causó una rápido incremento de la producción vitivinícola en las provincias de Cuyo, mientras que las provincias de Tucumán y Salta podían vender más fácilmente el azúcar en las provincias litorales. Asimismo, otras producciones como el algodón, proveniente en su mayoría del Chaco, y la yerba mate, principal producción de Misiones,tuvieron un explosivo aumento en este período, en que la mayor parte de los productos consumidos pasaron a ser de origen nacional. También se hicieron algunos esfuerzos para desarrollar la minería, como el cablecarril que trasladaba minerales desde el Nevado de Famatina; sus resultados serían desalentadores. En cambio, la lana, que había alcanzado su precio máximo histórico en los últimos años del siglo XIX, y que había promovido una explosión ganadera en la Patagonia, inició un período de bajos precios a partir de 1900, de la que nunca se recuperaría del todo. De todos modos, la economía ya había sufrido importantes cambios en la década anterior, dejando de girar en torno a la exportación de la lana para pasar a depender de las exportaciones de carnes vacunas —primeramente congeladas y luego enfriadas— y de granos, principalmente trigo, maíz y lino.